Sin duda Chile ha enfrentado en estos últimos meses una reacción social ante una crisis sistemática generalizada, lo que ha generado además un castigo a la clase política y directamente a los representantes directos de un sistema de partidos políticos que hoy el país debe recuperar y mejorar para mantener su sentido democrático.
Tras el retorno a la democracia, Chile se ha mantenido con una de las democracias más estables de Latinoamérica, lo que nos deja con una gran tarea para todos los procesos electorales que vienen en los próximos dos años. Las diversas corrientes o facciones que corren por las arterias de nuestra larga y angosta faja de tierra demuestran la diversidad de conceptos ideológicos y de la riqueza de pensamientos socioculturales y políticos, sumando a esto que la clara lucha por las demandas sociales que hoy exige nuestro pueblo demuestran que los poderes del Estado han dejado de funcionar operativamente y que les ha faltado conciencia social. Se ha privilegiado sólo a algunos y la gran mayoría vive en un modo de vida difuso y quienes deben asumir esta responsabilidad en primera instancia son quienes hoy ejercen el poder, quienes fueron electos para representar a la gente y sus demandas.
Hay falta de concordancia y lealtad de los representantes electos hacia los ciudadanos al momento de representar sus ideas en el Parlamento, por ejemplo, donde muchos de sus ocupantes cambian sus votos y traicionan al pueblo que los llevó al poder, ese elemento que hoy se desfigura o se ve difuso y sin consistencia. Un análisis frío que sólo se compara a los extractos de una sociedad líquida que es manipulada en su diario vivir, manipulación que grandes politólogos y sociólogos lo han llevado al punto de transparentar cómo se juega con la gente a través de sus cerebros y se influye en sus decisiones, juegos de poder y ambición que hoy hacen fracasar todos los sistemas de un Estado.
Estamos en un país que busca a gritos recuperar su identidad y abrirse a los pensamientos de una sociedad que avanza hacia una corriente más liberal, donde siempre se mantenga el respeto a sus derechos. Eso es lo que debe entender la clase política: evolucionar, crecer, reestructurar sus principios ideológicos y la forma de hacer la política. Hoy la sociedad castiga fuertemente y, si no hacemos nada,… es porque nunca entendimos cuál es la verdadera forma de generar políticas públicas o de cómo hacer crecer el poder en base a las demandas sociales. Si no hacemos nada es que la gran mayoría de los partidos sólo se transformaron en instrumentos básicos de poder, pero poder sin sentido y sin respeto a nuestra gente.
Es lo que hace que hoy el Ejecutivo esté pasando por una crisis casi insostenible: su programa de gobierno cada vez se desvanece y se ve acorralado por una oposición que lentamente se está organizando, pero aún no se ve el real sentido de lo que quieren o como van a enfrentar lo que nuestra gente hoy exige.
La clase política hoy sufre su mayor castigo y eso se verá reflejado durante el 2020 y 2021: algunos partidos tratarán de todas las formas posibles mantener su poder con los mejores trucos al estilo Harry Houdini, mientras otros comenzarán de cero trabajando desde el origen de su creación y su sentido, que siempre fue escuchar a la ciudadanía, objetivo que fue consumido por la ambición de poder; otros serán más nobles y conquistarán el corazón y la mente en base a una política de partidos abiertos al pueblo, donde la transparencia y la sinceridad reinará quizás por un tiempo o se mantenga “estable”.
Sin duda esto nos deja varias interrogantes y que debemos aclarar por el bien de Chile. ¿Es momento de cambiar nuestro sistema de partidos políticos? ¿Es momento de un nuevo sistema de gobierno? ¿Es momento de un nuevo sistema electoral? ¿Es momento de gobernar con la gente y no entre cuatro paredes? ¿Es momento de ir con la verdad y sin trampas? Esto y mucho más porque continuaremos generando la construcción de un relato que hoy comienza a tomar fuerza hacia lo que realmente debemos hacer: Escuchar al pueblo.
José Ignacio Avello Ortiz, Magíster en Ciencias Políticas y Comunicaciones