Por: Guido Torres Moya, jefe Oficina Regional del Maule, Fundación Las Rosas.
Remontémonos unos meses atrás, cuando el Covid-19 no era tema de discusión y menos de conversación diaria con nuestro entorno. Para entonces, otra pandemia, muy silenciosa y sin atención mediática, denominada “abandono de nuestros adultos mayores”, se venía gestando hace muchos años en nuestra sociedad, producto del individualismo y de la pérdida de los valores familiares básicos, como el cuidado y protección de nuestros abuelos.
En los 28 hogares de la Fundación Las Rosas -distribuidos en gran parte de nuestro país-, más de 2.200 personas de la tercera edad, son cuidados con cariño y abnegación, para darles una vida digna en sus últimos años de vida. La gran mayoría de ellos, abandonados a su suerte o dejados allí por sus familiares, que los han visto como una carga y que -pasados unos días o semanas-, dejan de visitarlos periódicamente, pasando a ser el hogar de Fundación Las Rosas, su nueva familia adoptiva, pues la original simplemente se olvidó de ellos.
Hoy, mientras la gran mayoría de los chilenos, sufre las consecuencias de las cuarentenas y el esfuerzo por quedarse en casa, muchos lo hacen junto a sus padres, hermanos o hijos, cosa que en parte alivia la incertidumbre del avance de un virus nuevo que nadie sabe en qué acabará. En Fundación Las Rosas, nuestros abuelos no pueden tener el privilegio de la compañía familiar -puesto que incluso-, los que recibían visitas periódicamente, no lo pueden tener hoy, producto de las estrictas medidas restrictivas que se han tomado, dado el riesgo que ello acarrea en este grupo etario, el más vulnerable de esta pandemia.
El destino de muchos abuelos es el abandono… nosotros no lo permitiremos. Hoy, más que nunca, aunaremos esfuerzos para que nuestros hogares sean el refugio seguro para que ganen esta batalla y puedan seguir con nosotros, pasando con dignidad sus últimos años de vida, pues con la familia Fundación Las Rosas, esta dignidad está asegurada.
Es entonces cuando se hace necesario reforzar nuestro llamado y compromiso con la ayuda, para continuar con esta noble obra social y lograr conseguir los recursos y donaciones de empresas y personas que entienden el riesgo que nuestros adultos mayores, hoy más que nunca están pasando y del esfuerzo de los profesionales, colaboradores y personal, que cuida de ellos en los hogares y que -en un tremendo desprendimiento de amor-, se han entregado al cuidado del prójimo, poniendo en riesgo su propia salud. El Salmo 40, que guía los pasos de nuestra institución, explicita claramente el valor de esta acción altruista: “Dichoso el que cuida del pobre y desvalido, en el día del peligro el Señor lo librará”.