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[Opinión] Lo universal: de la ENU a la vacuna contra el Covid-19

Por: Dr. Javier Agüero Águila, director del Departamento de Filosofía y miembro del Centro de Investigación en Religión y Sociedad de la Universidad Católica del Maule.

En 1971 se discutió en Chile, bajo la presidencia de Salvador Allende, el proyecto de la Escuela Nacional Unificada (ENU). La discusión implicó la participación de diversos actores sociales, entre ellos padres, estudiantes, docentes y diferentes organizaciones sociales. El proyecto era radical, ambicioso en el sentido de la gran transformación que buscaba. Se trataba nada menos que de cambiar estructuralmente la desigual arquitectura de la sociedad chilena a través de un sistema educativo único, democrático y pluralista, en el que desde el principio de “mixtura social” se articulara una nueva noción de lo común como espacio propio de lo político. Con esto, se perseguía dejar atrás una historia entera de fragmentación y segmentación, fundada en un sistema educativo diseñado única y exclusivamente para favorecer la reproducción de las élites y su poder adherido. Se trató, a fin de cuentas, de pensar en una política pública –obviamente gratuita– y universal de gran alcance.

Después vino la tragedia con rostro militar, y la ENU fue el primero de los proyectos de la Unidad Popular en ser borrado del incipiente mapa neoliberal, el mismo que fue caligrafiado por economistas libremercadistas e implementado por la brutalidad enajenada de una dictadura.

Ahora bien ¿qué tienen en común la ENU y la vacunación contra el Covid-19? Por delirante que parezca esta comparación, hay algo que las vincula. Evidentemente Piñera no es Salvador Allende (no lo sería nunca, aunque el actual presidente comprara una dimensión paralela), ni el contexto del Chile actual es el de principios de los años 70. Sin embargo, a través del proceso de vacunación podemos entrever lo que significaría vivir, aunque sea por un par de meses y de manera algo fantasiosa, en una sociedad de derechos universales (tal como la ENU lo buscó), en la que la acción estatal se reivindica en la no-diferenciación y no lotea a la ciudadanía como si fueran parcelas de agrado. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el principio universalista que ha caracterizado al proceso de vacunación –es decir, que es único, gratuito y el mismo para todos los habitantes del país que así lo quieran, sin distinción de clase, proveniencia, etnia, en fin– se amplificara al ámbito educativo (en todos sus niveles), de la vivienda, de las pensiones, de la salud, etc.? Probablemente, si esto ocurriera, no estaríamos hablando de otra sociedad, sino que de otra galaxia. En un país donde el neoliberalismo ha taladrado hasta la médula la idea de Estado y de lo público, este tipo de país imaginario, parriano, parece tener posibilidad nada más que en el delirio.

Sin embargo, el azar histórico, esa curiosa “geometría del azar” (Pascal), ha querido que este holograma universalista lo hayamos podido presentir en un gobierno de derecha de talla extremadamente neoliberal, en el que la idea misma de lo universal, de lo público y lo gratuito, es el total contrario a los principios que defiende, se sabe: focalización y privatización de la sociedad entera.

En fin, la ENU fue un sueño del que despertamos con metralletas, el proceso de vacunación, por su parte, una tímida ventana por la que es posible mirar y soñar otro Chile. Ambas, sin embargo, se unen en un principio indivisible: lo universal.

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